Un proyecto de comunidad y cultura
Un proyecto de comunidad y cultura
Turismo Rural Comunitario: Transformando vidas en Chichubamba
En Chichubamba, hace algunos años, muchas de nuestras familias dependían de actividades como la elaboración de chicha o la agricultura, sin imaginar el potencial que tenía nuestra comunidad para recibir turistas. Fue a través de capacitaciones y el apoyo de organizaciones como ProPerú y Arariwa que aprendimos a ver nuestra vida cotidiana como una experiencia única para quienes nos visitan.
El camino no fue fácil. Las primeras socias enfrentaron desafíos como la falta de recursos, el escepticismo de sus familias y la necesidad de adaptar sus hogares. Sin embargo, con esfuerzo, creatividad y aprendizaje, transformamos nuestras casas y costumbres en un espacio de intercambio cultural.
Hoy, nuestras actividades van desde la elaboración de chocolate hasta la experiencia de preparar chicha ancestral. Cada rincón de nuestra comunidad refleja el esfuerzo colectivo, como las mesas y sillas hechas por nuestras manos, o los espacios adaptados con materiales locales. Más que un proyecto económico, esta iniciativa nos ha permitido mejorar nuestra calidad de vida y enseñar a nuestras familias que, con lo que tenemos, podemos lograr grandes cosas.
En Chichubamba, cada visita es más que un viaje: es una oportunidad para conectarse con la esencia del Valle Sagrado, aprender y llevarse algo valioso en el corazón.
El camino que seguimos: Misión y Visión
Misión
Visión
Valores que nos unen como comunidad
Transformación comunitaria a través del turismo vivencial
Aprendizaje y empoderamiento
Las capacitaciones, impulsadas por ProPerú, no solo se centraron en aspectos técnicos, como arreglar las casas o preparar espacios para los visitantes, sino también en cambios personales y culturales. Desde aprender a bañarse regularmente y cuidar la higiene personal hasta vestirse con esmero, las mujeres comenzaron a notar la importancia de su presentación y autoestima.
«Ahora caminan cambiaditas, bien peinaditas. A quién no le alegra ver a las señoras de su comunidad ordenadas y con confianza. Antes, descuidarse era parte del día a día. Hoy se preocupan por ellas mismas.»
Este cambio no fue inmediato ni fácil. Hubo resistencia al principio, con comentarios en quechua que reflejaban incomodidad frente a las nuevas exigencias. Sin embargo, al observar los beneficios del turismo y el aprecio de los visitantes, estas barreras fueron superadas.
El valor del trabajo colectivo
El turismo vivencial también ha unido a las familias y a la comunidad. Cada miembro ha aportado lo mejor de sí: los hombres construyendo mobiliario, las mujeres organizando y embelleciendo los espacios, y todos compartiendo aprendizajes adquiridos en otras comunidades.
«Decíamos que era un mundo empezar con el turismo. Pero aprendimos en lugares como Raqchi, vimos cómo ellos trabajaban con lo que tenían. Eso nos inspiró a hacer lo mismo aquí.»
Aunque las propiedades pertenecen a los abuelos o están en manos de la familia extendida, los lazos comunitarios han permitido que las iniciativas avancen. Este apoyo mutuo ha sido clave para el éxito.
Una nueva perspectiva de vida
Gracias a estas experiencias, las mujeres han pasado de una mentalidad limitada por las circunstancias a una visión amplia y proactiva. Hoy son conscientes de su poder para generar ingresos, mejorar sus hogares y dar a sus hijos una vida mejor.
«Antes pensábamos que nuestros terrenos eran solo para cultivar. Ahora sabemos que los turistas también valoran estos espacios, quieren jugar, caminar. Hemos aprendido a apreciar lo que tenemos.»
El turismo vivencial no solo ha transformado la economía de Chichubamba, sino que ha abierto puertas a un empoderamiento profundo, cambiando paradigmas sobre el rol de las mujeres, el cuidado personal y la importancia de la comunidad.